Lo que no se nombra no existe. Esto, trasladado al
género, implica que el hecho de que las mujeres no tengan una
representación simbólica en la lengua contribuye a su invisibilización.
De ahí la necesidad, a fin de lograr el objetivo de la igualdad entre
sexos, de hacer un uso del lenguaje que represente a las mujeres y a los
hombres y que nombre sus experiencias de forma equilibrada.
Un lenguaje no sexista es aquel que no oculta, no subordina, no
infravalora, no excluye. En 1973, recién iniciada la segunda ola del
feminismo, el artículo “Language and Woman’s Place” [“El lenguaje y el
lugar de la mujer”] de la lingüista norteamericana Robin Lakoff
aparecido en la revista Signs [1], planteó por primera vez una reflexión académica en torno a la relación de hombres y mujeres con el lenguaje y sus usos.
En ese momento, se abrieron dos líneas de investigación que, con sus
variaciones y particularidades, podemos definir como el “enfoque de la
diferencia” y el “enfoque de la dominación” (Eckert y McConnell-Ginet,
2003:1):
• El enfoque de la diferencia estudia los diferentes usos del lenguaje por parte de las mujeres y los hombres.
• El enfoque de la dominación entiende el lenguaje como un medio más para la opresión de las mujeres.
Los estudios del sexismo en el lenguaje se enmarcaron en estos dos
paradigmas hasta que la obra de Judith Butler, Gender Trouble, publicada
en 1990, da paso a una nueva metodología de interpretación de la
categoría “género”. De esta manera, el uso del lenguaje pasa a
considerarse como un elemento más de los que intervienen en la
construcción del género, entendido este como género performativo, es
decir, basado en la adecuada “puesta en escena” de sus comportamientos
socialmente asignados [2].
Así, una vez planteadas las primeras reflexiones sobre la
discriminación en el lenguaje, comenzaron a surgir todo tipo de estudios
y propuestas tendentes a su eliminación y/o corrección que, en los
primeros años, se desarrollaron sobre todo en el mundo anglosajón, para
ir después ampliándose a otros países y otras lenguas [3].
En España, las actuaciones encaminadas a la eliminación o corrección
de los usos sexistas de la lengua estuvieron marcadas por los
acontecimientos históricos por los que atravesó el país desde mediados
de la década de 1970.
Dichos acontecimientos afectaron también a todo el desarrollo de los
estudios de género y a la implantación de las primeras medidas y
políticas de igualdad, que no verían la luz hasta mediados de la década
de 1980 con el primer gobierno progresista desde la instauración de la
democracia5.
La creación en 1983 del Instituto de la Mujer será fundamental para
impulsar las actuaciones tendentes a la eliminación de los usos sexistas
de la lengua. El primer Plan de Igualdad de Oportunidades (1988 – 1990)
ya recogía la necesidad de revisar los textos reglamentarios para
evitar usos y expresiones que reforzaran actitudes de desigualdad hacia
las mujeres y, en 1989, se publicaron el primer folleto y la primera
guía para la eliminación de los usos sexistas del lenguaje. Estos
documentos tenían una clara intención divulgativa y sensibilizadora en
cuanto a la necesidad de modificar las representaciones estereotipadas
de hombres y mujeres. Los esfuerzos realizados culminarán con la
creación, en 1994, de un grupo de trabajo dedicado específicamente a
este tema, NOMBRA (no omitas a las mujeres, busca representaciones
adecuadas), a cuyas integrantes se debe buena parte de la producción
académica española sobre esta disciplina. Siguiendo esta línea, en 1995
el Ministerio de Educación y Ciencia publica una Orden por la que se
adecua la denominación de los títulos académicos oficiales a la
condición masculina o femenina de quienes los obtengan (BOE 28/3/95).
Las actuaciones iniciadas por el organismo de igualdad estatal sitúan
a España en un lugar prevalente en el panorama internacional en cuanto a
las Reformas No Sexistas de la Lengua. Sus equivalentes a nivel local y
autonómico siguieron el ejemplo del organismo del Estado y, en la
actualidad, se cuenta con gran número de publicaciones encaminadas a
conseguir un lenguaje más inclusivo con las mujeres y que respete de
manera clara los principios democráticos.
Una buena muestra de lo dicho se puede encontrar en la Actuación 1 del proyecto Web con Género, “Recopilatorio de recursos web sobre lenguaje no sexista”.
En nuestro país, la elaboración de estudios y guías que ayuden a la
modificación de los usos del lenguaje ha estado fundamentalmente
centrada en el ámbito administrativo. En esta misma línea de actuación,
que pretende intervenir sobre el lenguaje con el objetivo de eliminar
aquellos usos que dificulten un tratamiento igualitario entre mujeres y
hombres, se sitúa el proyecto Web con Género, con la novedad de que su
ámbito de aplicación son las Tecnologías de la Información y la
Comunicación, centrando la intervención específicamente en el lenguaje
utilizado en las páginas web.
En este sentido, cabe señalar que no todas las teorías sobre el
lenguaje sexista están de acuerdo en torno a la necesidad de desarrollar
acciones modificadoras del mismo. Así, a la cuestión tradicional de si
el lenguaje reproduce o produce una determinada imagen del mundo, el
feminismo añadió otra disyuntiva plasmada en el debate sobre la
necesidad de intervenir sobre él para modificar la desigualdad social o,
por el contrario, confiar en que una fuerte acción social igualitaria
acabaría consiguiendo que el lenguaje se modifique por la propia inercia
del cambio.
Esta dicotomía es apuntada por la lingüista Anne Pauwels de la siguiente manera:
Quienes apoyan la postura de que “el lenguaje refleja la realidad”
se inclinan menos a promover una acción lingüística ya que dudan de que
un cambio en el lenguaje lleve consigo el deseado cambio social.
Argumentan que las prácticas sexistas en el lenguaje son el resultado de
actitudes sexistas de quienes lo usan que además viven en comunidades
que no promueven un tratamiento igualitario entre mujeres y hombres. (…)
Por otro lado la postura de que “el lenguaje refleja la realidad
social” no excluye del todo la pertinencia o incluso la necesidad de
implementar una acción lingüística. De hecho, un grupo importante de
quienes proponen guías oficiales para un uso no sexista de la lengua
suscriben este punto de vista y, no obstante, argumentan a favor del
cambio porque el cambio en la lengua va por detrás de los cambios en las
prácticas sociales y culturales (1998: 84 – 85) [4]
Notas
[1]
El artículo se convirtió en un libro del mismo nombre publicado en 1975
por la editorial Harper and Row. Su traducción al español es de 1981.
[2] Ver Cameron y Kulick (2003)
[3]
4 Para un recorrido por los principales trabajos sobre eliminación del
sexismo en la lengua ver Pauwels (1998). 5 Para más información sobre el
acceso a las primeras medidas de igualdad en España ver Viñuela (2003).
[4]
The supporters of the ‘language reflects reality’ view are less
strongly inclined to call for linguistic action since they doubt that
language change would be able to bring about desired social change. They
argue that sexist practices in language mainly result from prevailing
sexist attitudes of their users who are living in communities which do
not promote the equal treatment of women and men. (…) [Whereas] the
‘language reflects social reality’ view does not completely exclude the
desirability of, or even necessity for, linguistic action. In fact, a
substantial group of proponents of oficial guidelines for non-sexist
language use subscribe to this view and nevertheless argue in favour of
change because language change lags behind changes in social and
cultural practices (1998: 84 – 85).